viernes, 20 de enero de 2023

PESCANDO A LA ENCANDILADA

Unos días atrás, la noche de Reyes, para ser más preciso, observé, por la ventana, a dos personas que pescaban a la encandilada. De inmediato me vi sumergido en un cúmulo de recuerdos felices, propios del día, como no podía ser de otro modo, pero sin más relación que esa.

La playa de Piriápolis, además de su forma natural está protegida por el largo murallón del puertito de yates; se forma así una larga zona poco profunda y casi sin olas. Un lugar muy apto para ese tipo de pesca, en el supuesto caso de que abundasen los pejerreyes.

Puse la cámara en el zoom máximo 50X, lo que hubiera dado una visión adecuada de los pescadores. La oscuridad era tal que apenas pude confirmar que se trataba de dos personas pescando a la encandilada, lo que se deducía a simple vista. Era un hombre y un joven, posiblemente su hijo, usaban short y buzo. Estaban a alrededor de veinte metros de la orilla y con el agua apenas sobre la rodilla.

De joven, en el río, hace cincuenta años, pescábamos de manera diferente, ya relataré como.

Esta noche volví a ver las luces cerca de la orilla y dado que iba a bajar a comprar un par de helados me dije: «¿Por qué no llevar la linterna y comprobar que tantos pejerreyes hay?».

Durante un día tranquilo, caminando por el agua se observan aleatorios cardúmenes de pejerreyes pequeños, de modo que debería poder observarlos.

Al acercarme vi dos personas pescando, no eran los de noches anteriores, estas eran dos mujeres, una mayor, corpulenta y una chica joven. Ambas vestían bikinis. Llevaban un foco potente, un calderín de unos ochenta centímetros de diámetro y un bolso. La madre iluminaba la superficie del agua y la chica sumergía la malla y cada tanto tomaba con la mano algún pez y lo guardaba.

Pregunté: «¿Hay pejerreyes?». «Algunos», fue la respuesta.

Me alejé unos metros e iluminé la superficie del agua mientras caminaba de forma paralela a la costa. La noche era agradable y el agua no estaba fría. Observé algunos pejerreyes de tamaño razonable, mucho más pequeños que los de río, como es conocido. Al menos en la zona del río de la plata es así.

Mi pequeña linterna, si bien me permitía observarlos, no los encandilaba, de modo que apenas me percibían desaparecían con rapidez. Caminé disfrutando, soñando, hasta que se levantó viento, encrespó la superficie del mar y ya no pude ver más. Después de todo solo había ido como observador.

De niño, en el río Yi, al principio me tocó mirar desde la orilla. Un farol a mantilla en lugar de los leds de hoy, una cuchilla mediana en lugar del calderín. Había que comenzar por aprender a golpear con el lomo del metal sin que salpicara, de otro modo adiós al vidrio del farol (que estaba caliente por la combustión del querosene a presión).

Después me tocó llevar el farol y estar atento a los pozos que presenta el río.

Finalmente pude utilizar el facón. Un golpe justo, un golpe no muy suave y tampoco muy fuerte que partiera el pez a la mitad. Pero sobre todo pegar en la cabeza. El pez encandilado queda detenido varios segundos bajo la luz antes de iniciar la fuga. Ese es el tiempo de que se dispone para asestar un golpe adecuado.

Una buena noche se capturaban unos sesenta pejerreyes medianos, (más del doble de tamaño que los que se consiguen en el mar).  A la tarde siguiente, fritos, se constituían en el acompañamiento para el mate de la tarde. en las costas del río por supuesto.

Hoy al caminar por la arena, al iluminar el agua, no me encontré solo, no sentí nostalgia, mi padre me acompañaba caminando lento, a mi lado. Tan lento como caminaba yo.


 

viernes, 6 de enero de 2023

Esta luna llena, que hoy cubro con mi gorro, tiene muchos nombres.

Hoy, día de los reyes magos, sueño con uno diferente.

Hay quienes la llaman: Luna del Lobo.

Pues pertenecen a lugares donde ese animal es un símbolo.

No hubo en nuestros pueblos sudamericanos lobos que le aúllen,

ni llegan hasta aquí los nombres que le dieron indígenas norteños

 

Quizá tuvo un nombre guaraní, o quechua, no lo sé.

Pienso que fueron muy lógicos y en su lengua fue luna redonda.

Tampoco puedo llamarla luna de hielo, pues aquí es verano

y la contemplamos junto a las olas de un cálido anochecer.

No nos llega la mitología de diosas hindúes

Tal vez alguien la relacione con Buda entre tantas festividades asiáticas,

tan solo como un eco magnánimo.

 

Hoy 6 de enero de 2023, solo hoy, se me antoja llamarla luna de los Reyes Magos.

Porque debería haber un regalo, un juguete, aunque más no fuera una caricia para ese niño,

 que nos fue dado y que es todos los niños.

 

Sueño en la aurora vespertina de ese día permanente.

Tanto los pastores como los Reyes debían acercarse desde el oeste, tal como camine yo hace cinco años.

 Los magos habían seguido la estrella y recalaron en la tierra de Herodes. 

Oeste este es la dirección final del recorrido que desde Jerusalén conduce a Belén,

y es el del pequeño tramo que conecta el campo de los pastores con la gruta del nacimiento.

Y en ese corto camino se vieron alumbrados por esa enorme luna llena, la luna de los Reyes Magos, 

la misma que intento, hoy, atrapar con mi gorro.



Así como no es posible capturar instantes vividos, no puedo hoy aprisionar la luna.

La foto me recuerda que ese segundo fui feliz, pero no guardó el encanto,

ni siquiera guardó el motivo.

Si consistió apenas en la dulce acción del momento,

o fue el éxtasis que trae cada luna llena.

Si fue porque hoy es reyes y recuerdo momentos lejanos,

días en que un niño feliz esperó la mañana sin quererse dormir.

Quizá fue volver a ver la felicidad reflejada en el rostro de mis padres,

y en el de mi abuela.

¿Fui acaso el rey mago oculto, que sigiloso guardó los gestos de mis hijas?

Y sin saberlo agigantó con el largo devenir del tiempo.

Quisiera volver, mas el gorro volvió a cubrir mi cabeza,

y ahí debajo sigue estando la luna con sus secretos,

siguen estando los reyes magos visitando al niño,

siguen estando los juguetes, los míos, los de mis hijas, los de mis nietas y los de mis amigos,

siguen estando los semblantes felices de quienes me quisieron tanto y a quienes tanto quise.

Por algún rincón sigue estando un beso tan grande como la luna llena de este seis de enero.


 Comentario: alojarnos en Belén

JESÚS, LA IGLESIA Y EL POSMODERNISMO

  Leer en el blog de TIERRA SANTA

ENTRADAS POPULARES