domingo, 18 de octubre de 2020

LA MÚSICA DE MURAKAMI

 

Haruki Murakami, el escritor japonés, ha teñido sus libros con canciones occidentales. Previo al inicio de su carrera, junto a su esposa, instaló un bar-jazz en las inmediaciones de la estación de metro Sendagaya, en Tokio. Se escuchaba música de continuo, jazz. Los sábados se realizaban espectáculos en vivo.

Treinta años después, sentado frente al computador, transformaría en letras la variopinta clientela que lo frecuentaba y extrapolaría en ellas a sus difusos personajes.

Un día decidió dedicarse a escribir y viró sus metas en arriesgada tarea. Comenzó también su otra pasión, la de corredor. Durante los trayectos le era más útil el rock según cuenta en su libro: De que hablo cuando hablo de correr… “Correr, como escribir, consiste en no perder el ritmo” —dice Murakami— “cuando escribo no escucho música, escribo en silencio. Dedico sí muchas horas del día a escuchar música”.

Para el lector atento la música guía la novela, la música culta indicará un cambio en el estado del mundo ficcional, y serán los blues, el rock o el jazz los que acompañarán los altibajos emocionales de los personajes, así como el tiempo y el paisaje.

Murakami no es un profesional de la música es un fan, no ejecuta instrumentos ni lee música, traslada esa pasión a sus novelas. No se concibe un personaje de Murakami que no vibre ante determinadas melodías.

Si existe una novela que refleja esa simbiosis entre música, soledad, realismo mágico y sexo, esa es: Norwegian Woods. Obra con la que el escritor obtuvo su primer gran éxito. Murakami es un escritor sumamente estructurado y esto va desde la música que escucha y sus carreras de maratón a su planificada forma informal de vestir. Ante un panorama donde abunda la lógica, por qué no preguntarnos si la canción no fue una estudiada forma de tomar prestada parte de la fama de los Beatles. Es curioso, pero pasado el tiempo, podríamos hacernos la pregunta en sentido inverso, sobre todo pensando en nuevas generaciones, no es ahora esa novela que se deja deslizar con suavidad ante nuestros ojos una forma de reedición del famoso grupo. Porque como suele decirse las canciones son tan fugaces y pasajeras…

La letra de la canción refiere a que el cantante y una chica conversan y beben vino en una cabaña de pino (madera noruega) sentados en una alfombra en el piso hasta las dos de la mañana. Cuando él despertó ella no estaba (el pájaro había volado). Al final dice él prendió un fuego. Algo así hacía al final del espectáculo Van Halen con sus instrumentos.

En la novela Watanabe, el héroe, se ve muy ligado a una chica, ex novia de un amigo suyo que se suicida. La chica aparece tiempo después internada en un sitio de descanso entre las montañas, permanecen dos días en una especie de cabaña de madera, toman vino, escuchan la música que su compañera de pieza, una antigua concertista con las manos dañadas, toca en una guitarra. Al tiempo la chica se suicida. Es una forma de desaparecer. La canción de los Beatles suele llamarse también This Bird Has Flown. El funeral (el fuego) aparece como un encuentro entre Watanabe y la amiga, vino, recuerdos y sexo mientras ella toca los temas que recuerda.

La novela refleja la vida del estudiante de los años 1967 a 1970. Los años de estudio del autor y los recuerdos novelados de Watanabe son sus recuerdos.  Las fugaces amistades, las primeras relaciones sexuales y la soledad.  El ansia de los jóvenes de explorar nuevas situaciones tiene su paralelismo con la canción. En ella George Harrison experimentó con un sitar, especie de guitarra hindú.

En: 1Q84, posiblemente el libro más conocido del escritor japonés, este recrea con amplitud su elaborada técnica de realismo fantástico. Es un libro donde hay, por un momento dos tiempos paralelos el año 1984 (que no por casualidad ha sido elegido, sino en base a la obra de Orwell) y otro llamado 1Q84, un mundo distópico.

La obra consiste en tres libros, cada uno de ellos contiene dos secciones que se alternan capítulo a capítulo. La novela comienza así: la protagonista de la primera sección, una especialista de artes marciales y sicaria de hombres abusivos viaja por la autopista… “La radio del taxi retrasmitía un programa de música clásica por FM. Sonaba la Sinfonietta de Janácek…” La segunda sección tiene como protagonista a un joven profesor de matemáticas y aspirante a escritor. Desde el comienzo también predomina la música, en este caso es el silencio que acompaña en él un recuerdo imposible. Los momentos bisagra entre ambos mundos están constituidos por la Sinfonieta.

El relato del atascamiento en el taxi es tan detallista que enciende en el lector el deseo de escuchar esa música. Y efectivamente lo ha hecho. Si se busca la obra de Janacek en Youtube y se leen los comentarios, que hay cientos, el escucha ha arribado a la página a través de la lectura de 1Q84.

Al comienzo de la novela: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo el protagonista recibe la misteriosa llamada telefónica de una mujer que le pide diez minutos… suena la Gazza Ladra de Rossini. Un cambio ha comenzado, podrá preguntarse el lector si está relacionado con el título de la obra.

En los últimos tiempos Murakami ha incursionado en libros de no ficción. No sé si son los que sus lectores esperan. Acaba de publicar: Música solo música que escriben con el director de orquesta Seiji Ozawa durante una serie de encuentros. Abarcan tópicos que van desde el concierto N°3 de Beethoven, la relación entre escritura y música, los blues de Chicago, las alegrías de la ópera, la academia internacional Osawa en Suiza y la enseñanza de la música.

Murakami es un coleccionista de discos. Durante las conversaciones comparan pasajes de obras de diferentes conciertos, las modificaciones de las ejecuciones; tiempos y formas. Es la tradición musical de la obra que varía con cada solista.

En una pequeña ciudad suiza, Rolle, a orillas del lago de Ginebra opera la academia internacional Seiji Ozawa. Consiste en un seminario destinado a jóvenes instrumentistas de cuerda. Durante 10 días brillantes músicos, entre veinte y treinta años, se reúnen para un retiro durante el cual reciben una intensa formación. Es un edificio antiguo del ayuntamiento, cargado de historia. Cada noche tocan en un castillo frente a los habitantes de la ciudad.

Para Murakami lo que ocurre allí es el proceso de creación de lo que llama “buena música”

Osawa destaca ese vertiginoso aprendizaje como algo realmente increíble, “solo se entiende cuando uno lo ve con sus propios ojos”

Murakami responde: “Soy escritor, una especie de artesano solitario en cierto sentido. Observar cómo nace el arte en el seno de un grupo de gente joven es algo que me ha conmovido profundamente”.

El uso de la música tiende a afirmar la occidentalización de la escritura de Murakami, ya influenciada por sus innumerables viajes a Europa y USA y a su trabajo de traductor de inglés. Es común el amor a la música por parte de muchos escritores. En ninguno es tan manifiesto como en Murakami.


martes, 13 de octubre de 2020

PRIMER RECUERDO

 

He escuchado a muchas personas hablar sobre su primer recuerdo. Reconozco que no les he prestado mayor atención. Me preguntaría cuál es su significado, ¿conocerse mejor? Yo hablaría de primeros recuerdos, porque seamos sinceros esos que creemos nuestros recuerdos están generalmente muy influenciados por relatos de los familiares, por fotos de la época, por tantas cosas…

Si concuerdo en algo, es un ejercicio que no dejamos de hacer, un hecho al que alguna vez hemos dedicado nuestro tiempo. Por lo general en los relatos siempre escucho hablar de algún hecho detonante, fuera de lo común, llamativo.

Para no dilatar demasiado esto digamos que yo tengo dos recuerdos que compiten por ser el más antiguo, como si fueran Peñarol y Nacional.

Digamos que aproximadamente entre los cuatro y seis años vivía con mis padres y mi abuela materna en las proximidades del camino Maldonado, en el kilómetro 20 y 1/2. Un fraccionamiento nuevo de terrenos grandes, del orden de los 2000 m2. Y sí mis primeros recuerdos son de esa época.

 

Por la normalmente desierta calle Andrómeda circuló una camioneta blanca iban regalando álbumes de figuritas. La calle se llenó de niños y mayores que rodeaban el vehículo. Un hombre hablaba a través de un megáfono. Yo no entendía de qué se trataba el asunto, eso lo tengo claro, pero me dijeron que pidiera un álbum. En ese momento arrancó la camioneta y siguió su recorrido en la bajada que hacía la calle a unos metros de mi casa. Corrí y corrí. Grité y grité. Hasta que me caí. Volví cabizbajo, no puedo asegurarlo, pero seguramente llorando y sin álbum. Obviamente mi viejo había recogido uno antes de decirme que fuera a buscarlo. Hace media hora, con motivo de este trabajo pensé un poco más. Sin duda era el año 1954, antes del mundial del famoso partido con Hungría. Debió haber sido a principios del otoño de ese año, yo tenía cuatro años.

 

Después de que caminamos mucho con mis padres, mi abuela y mi hermana más chica llegamos a un lugar con mucha gente. Muchos niños con sus padres y abuelos. Igual que yo. Esta circunstancia era distinta, todos estaban vestidos especialmente, con eso quiero decir no estaban de entrecasa. Había un silencio grande alternado con cantos y un hombre con vestimentas extrañas, vistosas y un gran gorro. Yo estaba con mi padrino, no con mis padres. Era un hombre más bien gordo y con muchos años. Tampoco en este caso entendía de qué se trataba el asunto. Y mis recuerdos no pasan de ahí.

Viéndolo más adelante, en perspectiva supe que se trataba de mi confirmación, el lugar a donde habíamos ido era la parroquia de Villa García. Y el oficiante era el Obispo de Montevideo, posiblemente fuera el Cardenal Barbieri.

Era una fecha que podría haber peguntado y que seguramente puedo averiguar aún hoy en la iglesia. De todos modos sí recuerdo el día que cumplí 5 años, un día lluvioso en que fui a casa de mi padrino, que vivía pegado a mi casa, para recibir el regalo, como correspondía. No podía ser el día que cumplí seis porque era un día hermoso de sol en el que fugazmente fui a la escuela. Pero tengo otro recuerdo. Mi padrino me había regalado algo antes. Pudo ser cuando cumplí cuatro años o fue posiblemente el día de mi confirmación. Eso no lo sé. Tendría entonces cuatro años y la fecha no difiere mucho con la del recuerdo anterior.

Si bien esto que les contaré no es mi recuerdo más antiguo, sí es de la época, de mis cinco años. Es el recuerdo de un viaje que hice en tren. Muchos años después lo redacté como cuento, para mi nieta mayor cuando comenzó a leer. Fue el primer cuento que escribí.



JESÚS, LA IGLESIA Y EL POSMODERNISMO

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