martes, 28 de julio de 2020

UNA CELEBRACIÓN DIFERENTE

Después de varios meses volví a asistir a misa. No lo hacía desde antes de la cuarentena forzosa. Cuando volvieron a abrirse las iglesias no fui. Hoy es el día de Nuestra Señora de Betharram, la del ramo hermoso. Nunca falto. Siempre me emociona ver la hermosa escultura en mármol blanco de la virgen y el niño. Sé que estuve en ese pueblito vasco francés, contra los Pirineos.

He continuado con la misa a través de internet. Personalmente tiene muchas ventajas, una de ellas es que oigo bien.

Me molestó la música, no escuchaba las lecturas de las personas con tapabocas. Me pregunté por qué razón no había desplazado el ambón para que se pudiera leer sin este adminículo. Me molestaron las personas. Mujeres y hombres que son como yo. Yo soy uno de ellos. Abrigado, enmascarado, casi escondido, irreconocible como todos.

El diablo, en nombre de un supervisor extraño de este nuevo mundo distópico, bajo el aspecto de protocolo exige tus datos personales. ¿No tan alejado de la mención del texto del apocalipsis de hace dos mil años? El control innecesario de una pandemia ficticia.

Me faltaba el encuentro con Jesús en la comunión. Desde que llegué nada me había sabido bien. Después de recibirla fui otro.

Hace justo un año salía de seis operaciones y comenzaba con un tratamiento de inmunoterapia. Voy en la quinceava dosis.

Recordé al sacerdote que antes de la última intervención acercó a mi casa la eucaristía.

Hoy pude agradecer a nuestra madre haber podido superar un año más y el hecho de sentirme bien, a pesar de mi falta de paciencia. Hace un año un amigo me explicó sobre el tratamiento que yo estaba por comenzar. Hoy me duele saber que con total hidalguía está muriendo.


sábado, 25 de julio de 2020

NUEVO PRINCIPIO

El enemigo cayó, los dardos esféricos han muerto. Las cárceles ya no tienen rejas, se han abierto las jaulas. Atrás ha quedado encerrado el espanto, el hastío y el confinamiento.  

 

Cuanta alegría cuando lo supe, la música corre por las calles. Tiremos los tapabocas; fuera el perfume con olor a desinfectante. Besaré a todas las chicas, algunos cachetazos como caricias recibiré. Continuemos sin oficinas, ¡salve el teletrabajo! Adiós a las aulas, ¡no perdamos la teleconferencia!

 Las calles se agitaron, los colores intensos resurgieron, el sol colaboró y las nubes se dejaron llevar por el suave viento. Por un momento los pájaros volvieron a sentirse extraños.

 Ensimismado bailaba cuando el móvil anunció un mensaje…    

¡Vaya suerte! Usted ha obtenido el premio mayor; chicas y chicos me rodearon. Leí en voz muy alta: ¡usted ha ganado un crucero por el Caribe!                  

 Inmensamente solo, desde la vereda mirando el mar agitado vislumbré un crucero del pasado, con su pesada carga de cuarentena. Un barco entre la niebla al que en ningún puerto recibían. Un navío fantasma habitado por angustiadas almas sin tiempo.

 El temor futuro, donde todo se transformara en círculos de alegría y miedo hizo que valorara mejor el festejo. Midiendo en mí conciencia que no puedo vivir sin consecuencias.


JESÚS, LA IGLESIA Y EL POSMODERNISMO

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