El enemigo
cayó, los dardos esféricos han muerto. Las cárceles ya no tienen rejas, se han
abierto las jaulas. Atrás ha quedado encerrado el espanto, el hastío y el
confinamiento.
Cuanta alegría
cuando lo supe, la música corre por las calles. Tiremos los tapabocas; fuera el
perfume con olor a desinfectante. Besaré a todas las chicas, algunos cachetazos
como caricias recibiré. Continuemos sin oficinas, ¡salve el teletrabajo! Adiós
a las aulas, ¡no perdamos la teleconferencia!
Las calles
se agitaron, los colores intensos resurgieron, el sol colaboró y las nubes se
dejaron llevar por el suave viento. Por un momento los pájaros volvieron a
sentirse extraños.
Ensimismado bailaba
cuando el móvil anunció un mensaje…
¡Vaya suerte!
Usted ha obtenido el premio mayor; chicas y chicos me rodearon. Leí en voz muy
alta: ¡usted ha ganado un crucero por el Caribe!
Inmensamente
solo, desde la vereda mirando el mar agitado vislumbré un crucero del pasado,
con su pesada carga de cuarentena. Un barco entre la niebla al que en ningún
puerto recibían. Un navío fantasma habitado por angustiadas almas sin tiempo.
El temor futuro,
donde todo se transformara en círculos de alegría y miedo hizo que valorara
mejor el festejo. Midiendo en mí conciencia que no puedo vivir sin
consecuencias.
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