Es altamente probable que nos suceda a todos quienes nacimos a mitad de siglo, de cualquier siglo, en este caso del siglo XX.
Días
pasados comentaba acerca de un acontecimiento personal y comencé a decir en mil
novecientos noventa y…, de inmediato me detuve y corregí, en dos mil dieciséis.
Fueron
cincuenta años de decir en el sesenta y cuatro, en el setenta y uno, en el
ochenta… era innecesario decir en mil novecientos sesenta y cuatro. Ahora es
obligatorio que digamos el año dos mil dieciséis, no solo dieciséis… algún
automatismo de mi cerebro trata de mantener, ya transcurridos más de veinte
años de este siglo, una nomenclatura arcaica. Este hecho me trae a la memoria
una situación graciosa que ocurrió con el cambio de siglo. Se pensó que podía
ocurrir un error en las fechas de las computadoras, cuando cambiase el siglo.
Fenómeno que dio en llamarse Y2K.
Los
uruguayos campeones olímpicos de fútbol en el año 1924 eran los olímpicos del
veinticuatro, los campeones de 1928 eran los olímpicos del veintiocho. El
primer mundial de futbol fue el mundial del 30.
Si ahora dijéramos
los campeones del 24, quien nos escuche pensará que serán los campeones del año
próximo, que estamos haciendo futurismo. Y pasado un año más se nos preguntará
de que estamos hablando.
En fin
solo es el tiempo, que es igual y es diferente para cada uno. Y aunque no lo
hubiera expresado Einstein en su teoría de la relatividad especial, siempre
supimos que el tiempo no pasa igual para el que espera que para el que viaja. Y
que a la línea del tiempo cada cual la siente de manera diferente y también es
diferente para quien la piensa ahora que hace veinte años.
Pero es
interesante volver al fenómeno Y2K porque no se trató de uno de esos fantoches
que anuncian el fin del mundo. Este fenómeno fue tratado por revistas internacionales
muy reconocidas en la rama de la ingeniería.
Pues si
fallaban los relojes, supongamos de los aviones, que fue uno de los temas
tratados, ¿qué sucedería? Hubo quien pensó en detener todos los vuelos ese día,
pero, ¡Vaya! No hay lugar suficiente en la tierra como para albergar todos los
aviones que existen. ¿Interesante no? Siempre tiene que haber aviones volando…
Hubo, como
es usual quienes se aprovecharon de la situación sugiriendo algún tipo de negocio,
seguros, kits de supervivencia…
Yo trabajaba
para una empresa en mantenimiento de instalaciones eléctricas. Algunos clientes
nos pidieron que dejáramos electricistas de guardia y a otros se los sugerimos.
Hoy día decimos ¡que gracioso! Pero realmente no se sabía como responderían las
computadoras cuya fecha había sido programada hasta el 31 de diciembre de 1999.
Que fecha y hora pondrían cuando transcurriese ese día. Programas antiguos, al
finalizar la fecha de programación saltaban por ejemplo al primero de enero de
1980. A la mañana de la tan temida fecha me llama un ingeniero y me comenta que
no tiene personal suficiente. Yo todavía algo dormido, no soy de levantarme muy
temprano, le respondo, «no hagas nada», el año nuevo, el año 2000 ya había
comenzado en varias partes del mundo y que yo supiera no había pasado nada, ni
se habían caído aviones ni nada por el estilo.
Si las
computadoras sin necesidad de que las programaran especialmente funcionaron
bien, por qué no lo puede hacer nuestro cerebro. Claro que puede. Pero debemos
decir los olímpicos de 1924.
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