por Jeremías Torri.
Están cercanas las vacaciones y pienso en el río, en el mar,
en la playa. Aunque: diciembre es un mes de examen, y no lo digo por los
estudiantes, lo es porque finaliza el año, porque se hacen los balances, porque
sirve para planificar, para cambiar, para mejorar para el próximo. Con el
tiempo previo a Navidad sucede algo similar. Es un tiempo de examen y propuesta
de cambio. Una época de volver al amor primero. Tal es el juicio que en el
libro del apocalipsis se le hace a la iglesia de Éfeso. “Pero tengo contra ti
que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído…”
Tal discurso no fue desoído. Sobre el pequeño escritorio
escolar —que ella estaba lista para dejar el próximo año— despejado y cubierto
por una tela azul, en una esquina de su habitación, en un pequeño espacio
diáfano estaban las figuras de María y José. Interesantes figuras atemporales
realizadas con mucho amor. ¿Por qué? Por los pormenores que abundaban. María
con una capa celeste. Hasta el detalle de los zapatos que con toda seguridad
tomó de uno de sus juegos.
Los dos muñecos articulados casi no se distinguían debajo de
una cuidadosa y bastante bien lograda vestimenta de telas de colores, pinturas,
ramas, hojas y flores secas. En posturas estudiadas, las de la madre, las del
hombre calmo. Y mi nietecita sonriente y abstraída.
—Hola, ¿cómo está mi nieta linda?
—Jugando…
—No has visto…
—Para nada. ¿Qué te parece el escritorio abu? Viste, he
enderezado el camino… ¿Viste a María y José? ¿Están bonitos verdad?
—Claro, preciosos, donde aprendiste a hacer esas
vestimentas, te estás convirtiendo en una artista.
—Es que estoy contenta porque viene Navidad, porque me gusta
lo que hago, porque espero que nazca el niño. No es igual desear que esperar.
Esperan los padres. Esperaban María y José.
—Cierto. No lo vi al niño.
—Pero abu, todavía no nació. ¿Tú que esperas?
—Que te diré, mis carriles son más difícil de enderezar. No
es fácil cambiar. Allanar los caminos, enderezar las sendas siempre tiene que
ver con la humildad. Resolver algún obstáculo que me aparte de los demás. Hay
muchos…
—Y porque vino a los suyos y los suyos no lo recibieron…
—Eso no lo entiendo, abu, ¿por qué habrían de hacer eso?
—Porque son libres, y está bien. Porque la libertad que no
nos pueden quitar, la única, es la de elegir nuestro propio camino.
—Quieres que te responda: “despierta hombre”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario