Se aproximaban las elecciones nacionales del 2089. Nunca, salvo la famosa elección del 2024, se había notado un ambiente de tan poco interés. Los lideres de los cinco partidos políticos evitaban argüir, evitaban proponer programas, evitaban las ideas. No se había conseguido lograr que ninguno de ellos participara siquiera de un debate, contra cualquier otro, contra un vice, o contra quien fuera. Conste que el presidente de Argentina se había ofrecido a hacer de sparring y debatir con cualquiera.
1((Se ha quitado la sátira a los partidos políticos ya que se dirige a un lector internacional)
Las encuestas más serias eran las del sordo
Gutiérrez, según indica Carmen Rolan en su portal Hoy.. Su consultora repartía el uno o dos por
ciento entre cada partido.
Faltaban dos días para las elecciones y se
habían producido largas colas de cinco o seis cuadras cada una frente a los
consultorios de los médicos. La población, en su mayoría. argumentaba que iba a
estar enferma ese domingo y que por lo tanto necesitaba un certificado
justificando que no podía votar. La cola más larga era la formada frente a los
consultorios gerontológicos.
La situación se le planteó al presidente del
momento quien alegó que no era problema suyo, que a él solo le restaba entregar
la banda presidencial. No solo no le importaba a quien, sino que, como
presidente, no podía opinar sobre ningún candidato.
Como era de esperarse y a pesar de que la gente
votaba desde su casa utilizando su teléfono, los votantes totales no sumaron el
diez por ciento. Si repartimos entre cinco tendremos una idea más exacta del
apoyo popular.
El presidente no tuvo más remedio que tomar
cartas en el asunto, llamó por teléfono a Steve Gates y a Chin Mien To. La
respuesta de ambos fue igual, se aconsejaba utilizar el novísimo algoritmo
super artificial, no tan inteligente como su predecesor, pero más rápido.
El algoritmo decidió cambiar el sistema de
gobierno por uno nuevo que elegiría el pueblo. Aunque el algoritmo tenía un
problema, no tenía definido que era el pueblo.
La campaña para educar a los votantes para que
pudieran elegir su nuevo sistema de gobierno se realizó rediseñando la
historia. Se escribió una breve historia, que mayormente no cambiaba lo
ocurrido pero que le quitaba u ocultaba la violencia de otros tiempos.
Las opciones consistían en unos pocos sistemas
y, como ejemplo dos representantes por cada uno de ellos
Monarquía: Ramsés II y Carlos V
Monarquía legislativa: Carlos III y Margaret
Thatcher
Sistema Feudal: Charlton Heston y Andrade el
Malo
Comunismo: Ho Chi Min y Putin
Democracia de Pericles
Emperadores: César Augusto y Napoleón.
Se envió el documento a los móviles de todos los ciudadanos legales e ilegales. La mayoría estaba muy entusiasmada, tendrían por fin algo diferente a los políticos que gobiernan para ellos, que se fijan sus sueldos, sus jubilaciones etc, etc, etc, etc. La mayoría se inclinaba por que el presidente fuera Napoleón, mientras que otros creían que el tal Pericles debería ser un tipo con mucha experiencia.
Llegó el día de la elección. Todos deberían
votar a través del teléfono en el mismo momento para evitar influencias de unos
sobre otros.
El Super Algoritmo estableció un tiempo máximo
para votar, contado a partir del momento en que el gobierno activaba la
aplicación para votar: quinientos microsegundos.
El resultado fue peor que el anterior, no hubo
ningún voto.
Siendo así, el presidente expulsó al Super
Algoritmo, envío sendas cartas de protesta tanto a Steve Gates como a Chin Mien
To. Luego decidió, que cualquiera que hubiera sido el número de votos en la
primera elección, el que había obtenido la mayor cantidad sería el presidente.
No contaba con que, transcurrido tanto tiempo,
y para no dejar esos bochornosos antecedentes en la historia del país, todos
los datos de la elección habían sido borrados.
El presidente, al que podría tachársele de irresponsable
y de muchas cosas peores, obviamente no podía tachársele de tonto.
Fue a su oficina, escribió cinco números que
rondaban entre el uno y dos porciento de la cantidad de votantes. Los dibujó
con tiza en el piso. Luego estampó los nombres de los antiguos candidatos en
cinco naipes y los arrojó al aire. A continuación asignó a cada candidato el
número que había quedado más cerca. Uno de los naipes contenía un nombre que no
le agradaba, lo cambió de lugar acercándolo al número inferior.
Salió de su escritorio y a viva voz anunció que
él había mantenido una copia de los resultados en su ordenador. Anunció
entonces al nuevo presidente, al cual, como era su deber, debería entregar la
banda presidencial.