martes, 18 de agosto de 2020

RETO LITERAUTAS los primeros microrelatos de la pandemia

 Cada relato debía incluir  palabras prestablecidas.


19/3/20 REMEDIO

Al salir del supermercado, en medio de la vereda, alguien había colocado una inocente botella, cuyo rótulo rezaba “Elixir contra el coronavirus”

«¿Cuál será la trampa?» Me pregunté mientras el objeto volaba hacia la calle luego de recibir tremenda patada. Me asusté cuando lo observé chocar contra un vehículo cuyas luces destellaban.

De él bajaron unas personas con túnicas blancas. Me miraron, mientras me apoyaba en un árbol, mareado por el aumento de la fiebre.

 

20/3/20 PANDEMIA

Desde el extraño búnker me he detenido a observar la ciudad después de la guerra. Casi cien años hemos avanzado hacia el pasado, la guerra química es un hecho. No resuenan las bombas, todo es silencio. Miro hacia el exterior los comercios cerrados, tapiados y una mínima cantidad de personas se esconden detrás de sus máscaras protectoras.

A pesar de la fiebre me he acercado a la puerta, es posible que ya se pueda salir. Somos solo dos.

Desde el espejo un anciano gris me mira de manera poco amistosa. En lugar de guadaña tiene un bastón. Luce una especie de capa larga y gris y tiene la capucha recogida mostrando su palidez.

Abro la puerta del ascensor, el sujeto ha ingresado antes que yo y continúa con su vista fija en mí. Intento volver hacia la ventana, lo logro.

Me sigue. Me recuerda a alguien. No puedo ubicar a quién.

Cinco pisos más abajo los canales están secos. Imagino que esperará que crezca el funesto Aqueronte para partir. Tomará su barca, varada ahora, y utilizará el bastón como remo.

Desde la ventana lo saludaré.

 

21/3/20 JUEGOS DE CUARENTENA

Los niños no deberían vivir en apartamentos, ni tendríamos que inventarles tareas. Deberían poder jugar y correr por los patios de la vecindad, como cuando yo era niño. Pero en este confinamiento en que vivimos, en este quedarnos todos en casa, hay que mirar todo como un juego nuevo.

El angosto pasillo se ha transformado en cancha de fútbol y nadie puede pasar. Me duelen las piernas de tanto intentar parar los pelotazos y este pequeño e incansable individuo no sabe o no quiere hacer otra cosa.

Alguien abre la puerta, miro hacia atrás, hacia el estar y observo una complicada estructura de bancos y sillas superpuestos, formando una especie de casa de muñecas. Completa, con cortinas, mesitas y todo lo que se pueda imaginar.

Pero sucede lo imprevisto, o lo demasiado previsto. En ese momento el delantero patea y el portero está distraído, la red está abierta y la pelota golpea de lleno la frágil estructura.

Ayudamos todos a reconstruir, hasta el futbolista, pero el conejo electrónico no aparece.

Llantos y más llantos, gritos y alguien que se va a acostar temprano.

Al cabo de un rato sale y dice: —yo también voy a jugar a la pelota.

—¡No! Por favor busquemos ese animal perdido. Otra vez, colaboremos todos.

Al final el juguete estaba debajo de la cama.

 

22/3/20 MENSAJE

 

23/3/20 TRABAJO

Con su vestimenta de ejecutiva desalineada, con un enorme tapabocas celeste, deambula por las calles vacías. Demasiados días de teletrabajo la adormilaron.

¡Al fin un día de trabajo real! El sol se alineó con la avenida y enrojeció los plátanos tempraneros, pero solo ella despertó.

Toda la noche soñó con volver a compartir con otros humanos y solo ha visto rostros serios, escondidos, lejanos, menos expresivos  que los de sus odiadas imágenes de ordenador.

Las cortinas metálicas se han erigido en murallas a las puertas de los comercios. Apenas, en la plaza,

 

24/3/20 DERECHOS

Acostumbrados a gritar por nuestros derechos olvidamos que son la consecuencia de nuestras obligaciones.

Así, al principio, a pesar de las advertencias las personas continuaron viajando y exigieron que se las repatriara cuando se cancelaron los vuelos.

Las autoridades lo consideraron lógico. También continuaron yendo a fiestas de mil personas y disfrutaron de los días de playa que quedaban al verano.

Ignoraban que llevaban y ofrecían un invitado indeseable. Pero claro tenían derecho a ello, y el invitado también. Como el camaleón, viajó por las hojas de la jungla humana, por todo el planeta, sin avisar.

Las propias lágrimas albergan al huésped y solo al secarse, con los ojos abiertos al esfuerzo, vendrán aires de verdadera libertad.

 

25/3/20 PUEBLO BLANCO

Había que mejorar la convivencia y a los López no se les ocurrió mejor idea que salir a visitar un pueblo abandonado, de esos que la carretera formó hace doscientos años y que el siglo XXI dejó de lado. El furgón grande no llamó la atención en la carretera.

Bajaron, corrieron por la plaza, tomaron muchísimas selfies. En los otrora verdes bancos tuvieron su picnic.

Puertas y ventanas tapiadas, incluyendo la prolija capilla de plaza de pueblo chico.

Supusieron que los antiguos pobladores habrían emigrado a la ciudad, o al campo. Esos campesinos miedosos… Todo por otra gripe.

Todo estaba vacío, ni las almas de los difuntos moraban allí.

Entraron en el bar. Una sola mesa prolija, una sola mesa con mantel. Habían permanecido inalteradas las botellas detrás del mostrador. Un extraño y mal escrito cartel indicaba: “sírvase usted mismo y deje el importe en la caja”.

El día pasó muy rápido, lo opuesto de lo que sucedía dentro de su sitiada casa. Anocheció de pronto. ¡Qué fastidio! Volver a la prisión.

Pero entonces: ¡cuánta mala suerte! Una rueda pinchada.

Desde la carretera, próximo al cartel que indica pueblo blanco, no se percibe el olor a muerte.

 

26/3/20 REGRESO

Las calles se poblaron de incrédulos transeúntes. Volvieron los vehículos con sus bocinazos de festejo. Por un día parecieron olvidar sus diferencias políticas y se habló, por última vez del coronavirus.

Durante horas hubo propuestas, no olvidar, continuar trabajando juntos, de lo que habían aprendido en el encierro.

Muchos pidieron continuar con el teletrabajo. Habían redescubierto que el contacto con la familia, con los hijos no se podía canjear por dinero, ni por una posición personal en una empresa impersonal.

Los comercios se llenaron de personas que miraban y curioseaban, nadie compraba.

No todo había terminado, amenazas ya previstas comenzaban a mostrar su rostro.

En su casa Juan y María, con gran esfuerzo, después de comprobar que continuaban con fiebre se levantaron de sus camas. Los hermanos miraron por la ventana.

Las calles se poblaron de incrédulos transeúntes. Volvieron los vehículos con sus bocinazos de festejo. Por un día parecieron olvidar sus diferencias políticas y se habló, por última vez del coronavirus.

Durante horas hubo propuestas, no olvidar, continuar trabajando juntos, de lo que habían aprendido en el encierro.

Muchos pidieron continuar con el teletrabajo. Habían redescubierto que el contacto con la familia, con los hijos no se podía canjear por dinero, ni por una posición personal en una empresa impersonal.

Los comercios se llenaron de personas que miraban y curioseaban, nadie compraba.

No todo había terminado, amenazas ya previstas comenzaban a mostrar su rostro.

En su casa Juan y María, con gran esfuerzo, después de comprobar que continuaban con fiebre se levantaron de sus camas. Los hermanos miraron por la ventana.

Las calles se poblaron de incrédulos transeúntes. Volvieron los vehículos con sus bocinazos de festejo. Por un día parecieron olvidar sus diferencias políticas y se habló, por última vez del coronavirus.

Durante horas hubo propuestas, no olvidar, continuar trabajando juntos, de lo que habían aprendido en el encierro.

Muchos pidieron continuar con el teletrabajo. Habían redescubierto que el contacto con la familia, con los hijos no se podía canjear por dinero, ni por una posición personal en una empresa impersonal.

Los comercios se llenaron de personas que miraban y curioseaban, nadie compraba.

No todo había terminado, amenazas ya previstas comenzaban a mostrar su rostro.

En su casa Juan y María, con gran esfuerzo, después de comprobar que continuaban con fiebre se levantaron de sus camas. Los hermanos miraron por la ventana.

 

27/3/20 TORNADO

Como un tornado llegó la niña gritando que su padre tenía que asistir a un enfermo.

—¿Quién lo dice? Nunca quise, ni tengo nada que ver con la salud, ni con enfermos, ni enfermedades, nada de eso.

—No sé, ahí afuera hay un vehículo policial esperando por ti —insistió.

—Pues que esperen… Analizaré primero las medidas de seguridad que debo tomar. La prensa y las redes han dicho tantas cosas disímiles. Tomó la mascarilla, los guantes, alcohol en gel… y salió.

Se escucharon golpes en la puerta. —Es la policía. Abran, por favor.

Todos en la casa permanecieren expectantes esperando el regreso de su padre, de modo que escucharon el leve ruido de la puerta al abrirse.

—¿Y cómo te ha ido cobarde, has podido arreglar algo? —preguntó su esposa.

—Por supuesto, pero tomar precauciones no es ser miedoso, es no ser inconsciente. No era nada demasiado complicado, no sé por qué no consultaron por internet. En fin. Solo necesitaban que les tradujera un manual.

 

28/3/20 RISAS

Son las tres de la mañana. Se escucha una risa en el piso de abajo, o en cualquier otro. En este edificio es imposible saber desde donde proviene el sonido. Las ondas se propagan por los ductos y resuenan amplificándose.

En un momento normal me hubiera enfurecido, en un momento normal nadie hubiera reído a las tres de la mañana.

Pero hoy… en cuarentena, todavía no me había podido dormir. Hace apenas media hora que me acosté. Me levanto a prepararme un café.

De pronto me doy cuenta que río también. ¿De qué? De la risa. Del momento. Río porque es bueno.

Mi esposa algo dormida llega a la cocina y me observa extrañada.

—No he tomado nada —aclaro y ella también ríe.

Escucho ruidos… debo de haber despertado a otros vecinos, o quizá los despertó quien rio primero. No lo sé.

Oigo otras risas. No son las mismas que escuché al principio. Ahora todos en el edificio ríen.

 

 

 

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