miércoles, 25 de diciembre de 2019

CELEBRACIÓN DE NAVIDAD EN LA CÁRCEL


En singulares oleadas pocos presos van llegando desde las barracas y en silencio ocupan los largos bancos de madera que ellos mismos han construido y lustrado. La capilla de la cárcel se llena de murmullos.
    El Obispo, los sacerdotes y los integrantes de la pastoral, de pie junto al bebé en pañales, los reciben con la simpatía de siempre.
   Ahí está el nuevo. Donald, el que ha comenzado a purgar una pena que supone será de siete años. En silencio continúa descargando su dolor en una especie de confesión, de la cual aún no puede salir. Mató a un hombre que a su vez había asesinado a su hermano, delante de los hijos. Actuó en venganza y también mató. Las imágenes se repiten una y otra vez en su mente. Era su obligación proceder así. Era su deber. Se lo enseñaron desde niño.
   Miro a Omán, a quien compré un tapiz que tejió en lana con figuras de caracoles rojos. Muy artístico. El tiempo de los presos da para mucho. Pagué por él dos quilos de yerba Canarias, cuatro paquetes de tabaco de armar Cerrito y cuatro paquetes de hojillas. Llevaba años. Ahí mismo se bautizó. Vive en un recodo del arroyo Pando y sé que no debo visitarlo.
   También veo a Denzel quien un día de invierno concurrió de ojotas. No llegó a tiempo para los pocos pares de medias gruesas que distribuimos. Me comprometí a llevarle zapatos adecuados. Calza 42, igual que yo. En algún lado tenía botas nuevas, las había comprado al final de la temporada pasada. Esos días, pasé más frío yo, pensando en que no se las había llevado, que él mismo. Cuando, a la visita siguiente contento atravesé la guardia el hombre ya no estaba. Los reclusos de su barraca habían sido trasladados debido a una trifulca. Colchones quemados, cortes (perfiles de hierro de hasta un metro de largo), bloques partidos, trozos de techo, todo sirve como arma. Terminó con un chico muerto.
   Ahí está el que solicitó traslado desde la cárcel de Tacuarembó para poder estar con su hermano. “Claro robo carteras. ¿Trabajando en qué voy a ganar lo que gano así? Desde pequeño vi a mi padre y a mi tío llegar con cajas llenas de joyas. Espero que mi hijo vea distinto. Con su madre también presa…”. Todavía hoy me sorprende su cultura y su optimismo. No pude despedirme cuando salió.
   Hoy William firmó la sentencia, le dieron 7 años y medio, esperaba 8. Lleva casi tres años. No quiere calcular cuántos le quedan, no se anima a pronunciar el número. Está muy deprimido. Está sentado justo al lado de Diego que se va en un mes.
William ha llegado del juzgado y dice: —cuando salgo, no me da la vista para mirar todo —su cara se tensa y revolea los ojos imitando ese momento.
   Durante el periodo de espera se nos acercó un recluso: Dylan. Nos dejó su número de teléfono. Mañana sale en libertad luego de dieciocho años y algunos meses. Hacía días que disfrutaba de salidas transitorias. El hombre despeinado por el viento, pintaba el frente del edificio penitenciario. En la cárcel aprendió a hacer trabajos de albañilería, trabaja ahí por un salario muy mínimo. Es de Sauce, tiene donde vivir: la casa que fuera de su madre. La está arreglando. Necesita trabajo. No quiere volver a delinquir. Es una situación complicada por sus antecedentes, como lo es para todos los que salen. Ya tiene 51 años de edad. Es una persona reposada. Hasta hoy, la cárcel ha sido su hogar.

   —Hoy muy temprano salió Rodrigo —nos comenta el operador carcelario— no tenía dinero para pagar el ómnibus. Se fue caminando.
   Tenemos que adelantar la salida. Uno de ellos ha subido al punto más alto de la escalera que lleva a los tanques de agua. Ahí permanece, lo vemos. El patio ha quedado vacío. Mirta le saluda con la mano y le dice, como es su costumbre, “Dios te ama”. Nos quedamos viendo, de alguna forma apoyándole para que baje. Un guardia de particular le habla. Desciende un tramo. A mitad de camino para y pone su mano en forma de arma. Y le dice algo: si cuando baje no cumple lo que ha prometido lo matará, a él o a alguno de los otros.
   El agente nos dice: no saben la cantidad de situaciones dramáticas, similares a esta que presenciamos, “las cosas que vemos aquí”.

   Como quisiera estar presente en la celebración de Navidad, pero esta terca enfermedad no me lo permite hoy.


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